Muere
la tarde
sobre
la playa desierta y las
sombras
buscan a tientas el abrigo de la bahía.
El
brillo del faro se adivina frío, mientras la tierra
rueda
infinita, con sus llantos y sus héroes,
sonora,
eterna, y los médanos suben y bajan.
El
cielo vierte el sueño redentor y envuelve al
solitario
caminante que transita la delgada línea
gris
que separa lo que ha dejado de ser luz de
lo
que aún no ha nacido memoria.
Entonces
se quiebra el pulso generoso de los
azules
que pugnan por regresar al amor de la
lumbre,
al abrazo de los lugares que sólo
medraron
en el alma del marino, a los desdibujados
campos
donde comenzó a ser soñado el océano.
Y
las formas se suceden y
los
tiempos, y
las
voces
y las ansias quedan atrapadas en las
redes
salobres, y un somnoliento arpón alienta
canciones
que nunca volveremos a oír.
Del
mar al cíelo,
del cíelo al
mar...
Náufragos
que olvidan la cuenta de las olas
y
los puertos... Cuantos trabajos, cuántos días!
Qué
diosa taimada trenza el camino de vuelta
a
casa, a los rostros de nuestros mayores, a los
soplos
propicios para navegar una y otra vez
sobre
los mares de azulejos de las tascas
lisboetas
donde anclaron todos nuestros barcos,
y
aún poderse asombrar con el viento, y aún
perderse
frente a la brumosa isla de Ténedos:
ebrios
para siempre del vinoso color de lo que
puede
ser.
Martín
Rasskin Abril
de 1999
Texto
escrito por Martín Rasskin. Músico y escritor. Catálogo
de la exposición “Al sur del sur”. Ateneo de La Laguna – Tenerife.
Junio 1999.
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