"En el universo del discurso
que cada lienzo propone, Rasskin discurre proposiciones parciales
de una concepción totalizadora de mundo y de vida.
Dentro de ésa, su concepción,
sabe que su historicidad no es una circunstancia aislada; está
indisolublemente unida a otras historias, y entiende que “los otros”
son factores fundamentales en el desarrollo de su mismidad.
(...) A través de su
código visual, intenta conjugar la verdad del enunciado y la
armonía del modo expresivo.
(...) Y aquí los significantes
de su personal código, encarnados en los personajes del ámbito
“Circo”, cuyos actuantes espejan el circo de la vida: cabezas huidizas,
perfiles severos, manos dadoras, rostros transfigurados por las pasiones,
figuras que se columpian grotescamente sobre el abismo, o prestas
a una danza quizás macabra, quizás impulso hacia la
plenitud; un torso curvado que dice soledad; una cabeza desafiante
en grito liberador; rostros que dicen de la ironía, el sarcasmo,
la mordacidad, el humor.
Al tormento de sus figuras, al patetismo
de sus personajes, emergentes de una realidad que Rasskin ha elegido
no evadir, opone el regocijo óptico de sus ritmos, de sus líneas,
de sus empastes, el estallido cromático.
(...) Así, una tarea
descriptiva frente a la obra de Rasskin es ociosa, sólo conduce
a una rigidización de formas en sí misma dinámica.
El acceso debe ser interpretativo: el lenguaje expresivo del pintor
posee la suficiente ambigüedad como escapar a los esquematismos;
es sugerente al punto de permitir las interpretaciones: cuantos más
sean los intérpretes que puedan detectar los contenidos que
sugiere el artista, cuantos más puedan vibrar en la misma cuerda
que él pulsa, su lenguaje tenderá a lo universal.
(...) Porque Rasskin se da
en sus telas;
porque quiere ser portavoz de los
otros y con los otros;
porque se sabe copartícipe
a través de su obra, la expone.
Acerquémonos, entonces, para
captar la dimensión humana de su entrega".
Este texto escrito por la
profesora de Arte y crítica H. Di Giorgio, está extraído
del catálogo de la serie “Circo” expuesta en la Galería
Balmaceda de Buenos Aires en agosto de 1976.
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"Pintar es una forma de asumir
un diálogo vital con el Hombre.
Es tomar posiciones en una sociedad convulsionada y utilitaria que desgasta a sus hombres torpemente.
Es proponer un estado de libertad.
(...) Desde esta propuesta, Abel Rasskin detona hoy en nosotros con su obra: una trinchera desde la que, -junto a tantos otros-, corroe las bases de un sistema que afirma sus estructuras en el privilegio y la corrupción.
Nos nombra a todos. Nos interroga más allá de toda proposición anecdótica. Nos señala con una visión descarnada de lo cotidiano, donde se funden implacablemente el amor y el odio, la traición y el desamparo, en una sentencia de cuestionamiento a nuestros sentidos, y de proyección.
En ese acto de percepción de significados en los acontecimientos más elementales del Hombre, y su condición de protagonista lúcido de la vida, Abel Rasskin alimenta su paleta y procesa su lucha por un mundo de justicia y de dignidad.
Su obra es nuestra. De todos los que se convocan a esta inquietud de revertir la conciencia humana".
Texto escrito por el artista Luis De Bairos Moura, extraído del catálogo de la exposición de las series "Los burgueses", "Los trashumantes", "Nosotros", "Los que esperan", "La represión", "Testimonios I al IV" y "El poeta". Casa Latinoamericana de Buenos Aires (Argentina). Septiembre de 1974.
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