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DE LA VIDA EN "ORSAI"...
 
 
La presente exposición a la que llamo De Lunas y Tango, comenzó como un habitual ejercicio de taller, cierta tarde de hace aproximadamente dos años, pintando tablillas que en su reducido tamaño me permiten trabajar desde el automatismo, técnica donde la pintura casi se expresa por sí misma, ofreciéndome la posibilidad de explorar nuevos caminos. Recuerdo que la música, esa otra forma de hacer pintura cuya presencia es permanente, se materializaba en una sesión de tangos. No sé si la orquesta era la de Pugliese o Troilo, lo que sí recuerdo es que "El último organito", con letra de Manzi, cobró presencia con toda su carga de emoción y nostalgia.
   
Tal vez influenciado por ello, o porque la pintura tiene sus propios designios, ciertas manchas sugerentes comenzaron a materializarse y terminaron en una figura que sugería un músico tocando el bandoneón. En etapas anteriores me había acercado al tema del tango y algunas de esas obras se quedaron en La Laguna, ese mágico rincón de Tenerife. Creo que fueron estos hechos y la urdimbre de la memoria, que va tejiendo y destejiendo tantas vivencias, los que dieron continuidad a la serie que me atrapó sorprendentemente durante tanto tiempo.
   
A pocos días de inaugurar la exposición que, invitado por Casa Sefarad tendrá lugar el 6 de mayo en la galería Distrito 14, c/San Blas 4 de Madrid, es momento de ultimar detalles y elegir obras, corregir pruebas, etc. Tiempo de intensidad singular, tan distinto a la soledad cotidiana del taller. Y como no podía ser de otra manera, también de reflexión. Una de las preguntas que me he hecho es por qué el tango. Una de las múltiples respuestas es que su presencia en mi formación, como en todo rioplatense, es constante. Recuerdo que por las noches en mi casa escuchábamos por radio un programa que fue mítico "El Glostora tango club". Los que éramos niños rodeábamos esa misteriosa caja con sus lámparas que, al encenderse semejaban una ciudad del futuro, mientras emitía el inconfundible ritmo del tango, tocado por las orquestas más importantes como las de Tanturi, Fresedo, Troilo, Pugliese, Varela, D'Arienzo y tantos otros. Si una voz se me quedó grabada para siempre en la memoria, es la de Alberto Castillo con su manera tan peculiar de cantar.
   
No hay duda de que el tango fue y es parte, no sólo del sentir, sino también de la manera en que estamos los rioplatenses en nosotros y en los demás. Tuve que llegar a mi tercera juventud para abordar desde lo vivido y lo soñado, un tema tan cercano y cotidiano. Pude ver con claridad que en mi vida de pintor el tango ha estado y está presente. Si plásticamente ofrece en su riqueza distintos modos de abordarlo, lo que me atrajo como para trabajar durante tanto tiempo, entre otras cosas, es su origen prostibulario y marginal y sobre todo su condición mestiza, que fue capaz de acoger el aporte de músicos italianos, españoles, judíos, artistas cargados de soledades, venidos de una Europa arrasada que encontraron en el tango su modo de expresión. Una vía artística por donde se podía canalizar el dolor, la ironía y algunas veces una suerte de humor filosófico de aceptación fatal del destino. Estos artistas extranjeros se unieron a músicos nativos, muchos de ellos llegados a la capital desde las provincias, y que de alguna manera también eran extranjeros; los propietarios de los intangibles "valores patrios" del momento despreciaron al tango, precisamente por ser ésta la índole de su origen.
   
En estos tiempos, no tan diferentes de aquellos en algunos aspectos, donde vemos crecer a diario la xenofobia y el rechazo al diferente, es importante señalar que el tango, que concita la admiración allí por donde pasa, es obra colectiva y mestiza fruto del sentir de hombres y mujeres de distintas procedencias unidos por la misma emoción. Por todo ello me siento atrapado y sospecho que la serie De Lunas y Tango aún no está concluida.
   
En cada una de mis exposiciones han intervenido la decisión, voluntad, entusiasmo y solidaridad de muchas personas cercanas a mí. Ésta no es distinta. Ellos saben de mi amistad, reconocimiento y gratitud.
 

ABEL RASSKIN, 18 de abril de 2010

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